Sin familia
Sin familia
¿Entonces
no tienen familia? No, Oliver probablemente no la tienen. ¿Ni padre ni madre? No, tampoco hermanos ni hermanas. Pero llevan mantas
puestas, ¿alguien se las habrá dejado? Bueno, probablemente hay personas en
Salta que cuando llegan las semanas más frías de año las van repartiendo. Por
eso está escrito, no quitmearlas, me protegen del frío. Claudia esos días
estaba empezando a leer, después de sus primeros días de escuela. Y el escrito
bordado en la manta también le había servido para practicar. Ella no había
prestado tanta atención como su hermano. Bueno, si había prestado atención,
pero para mostrar un callado desacuerdo, los miraba, indigentes y desvalidos
como eran y si nos seguían através de las calles, su mirada se trasformaba en
la de una pequeña salvaje desconfiada. ¿Qué quieres de mí? іNo me mires,
apártate! Y es que los ojos pueden también hablar con las palabras del corazón,
aún cuando este corazón se contraiga y se endurezca come un peñón.
Para Oliver, en cambio, fueron
des de el primer momento una auténtica fuente de curiosidad. Des de el primero
que nos siguió des de la escuela a casa. Siempre dócil, algo inquieto, pero con
una mirada tan inocente y cariñosa que la reacción de Oliver no cogió de
sorpresa a ninguno. Entoces, si no tiene familia, ¿porqué no nos lo quedamos? Y
fue el entrar en casa y posiblemente el propio hambre del niño el que permitió
hacer que la pregunta fuese retórica. Nunca hemos llegado a tener que decir,
іno puede ser y basta! Resignado, el pequeño de los cuatro se limita a
observarlos y a hacer comentarios, a veces descriptivos: que pequeño, que
grande, que blanco, que negro, que peludo, que pelón. A veces determinantes:
este me gusta porque es peludo, este no me gusta, este está enfadado, mira este
que contento está. Y siempre le da vueltas a la misma pregunta. ¿Pero por qué
no tiene familia?
Tampoco tengo una clara
explicación de porqué Salta está llena de perros callejeros. Es un hecho y
basta. Salta a la vista. Como también se ve que son siempre tanquilos y bien
educados. Incluso parecen, en ciero modo, una especie de atracción turística.
Por las mantas que el ayuntamiento o alguna asociación han ido repartiendo,
casi no hay perros que no la llevan. Porque te acompañan durante algunos
trayectos, principalmente en la subida al cerro San Bernardo. La primera vez
que subimos corriendo, a Mónica y a mi nos sirvió de punto de referencia. ¿Tan
lentos vamos? Casi no podíamos ni decir mu y uno de estos chuchos caminaba
insultantemente despacio a nuestro lado.
Parecen bien cuidados, hasta
ahora no he visto mendigar ni pelearse a ninguno. Pero si, Oliver, ninguno de
estos perros tiene familia.
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